Dice que solo tiene agradecimientos para la gente que la abraza en la calle y le manda mensajes de aliento.
Hace un mes le diagnosticaron cáncer de mama y le practicaron dos cirugías a la sexóloga brasileña Flavia Dos Santos. Y ella, con el mismo carisma y optimismo que la caracteriza, dice que su vida continúa, que se siente más amada que nunca por todos y que convoca a las mujeres para que no dejen de hacerse los controles para prevenir el cáncer de mama y de cuello uterino.
¿En su familia hay antecedentes de cáncer?
En mi familia nadie ha tenido ningún tipo de cáncer, ningún tumor, no era una experiencia que me hubiera tocado vivir de cerca, claro que mi papá tuvo uno que otro problema cardíaco, pero no cáncer. Mi familia está compuesta por muchas mujeres, pero ninguna ha tenido cáncer de seno.
¿Qué despertó la alerta?
Poco antes de Navidad fui a mi ginecólogo, que tengo en Bogotá, y es excelente, Claudia Borrero, y en el examen de rutina vio que tenía algo en el seno derecho, y me dijo “sabes, yo preferiría que te hicieran una mamografía, solo para averiguar qué está pasando”. Yo me fui a hacer la mamografía lo más fresca, y el médico me dijo, “le recomiendo que se haga una biopsia”. Y yo dije, “para qué si mi mamografía del año pasado está perfecta”. “No, pero más vale hacer una biopsia”, insistió. Me hizo labiopsia y yo fresca. Y me dijo de frente “le recomiendo que vea a un oncólogo lo más pronto posible”. Allí el mundo se me cayó. En ese mismo momento donde sabes que tienes cáncer, tu cabeza entra en una locura completa, no sabes qué hacer, cómo reaccionar, es una sensación comparable con ser tragado por un tsunami.
¿Había tenido amigas o gente cercana a usted con casos de cáncer?
Tuve personas conocidas con casos de cáncer, pero de otros tipos, en la cabeza, en el hígado, en el pulmón. No es mi especialidad, pero existe la psico-oncología, psicólogos especialistas en el manejo de los pacientes con cáncer. Sin embargo, llegué a la casa, traté de encontrar los archivos de algún libro, para que me ubicara, porque me sentía perdida.
Pedí una cita con el doctor Robledo, un cirujano oncólogo excelente de Bogotá, y me dijo “te recomiendo que operemos ya”. Yo tenía tiquetes comprados para irme a Brasil una semana. Me dijo, “operemos el lunes, te dejo viajar el viernes”. Y así fue. Me operó el lunes casi en la noche, me sacó el tumor y seis ganglios de las axilas, que por suerte, dieron negativo.
Y me fui para Brasil. Cuando llegué me dijeron que tenían que operar otra vez porque el famoso margen de tejido estaba positivo. Volví al quirófano la semana pasada. Y fue un drama porque yo ya tenía el tema en mi cabeza totalmente trabajado, manejado y estaba en proceso de cura. Cuando me dice el médico que toca que operarme otra vez, ahí si me desbaraté en el piso. Pero tocó.
¿Cómo ha sido el apoyo de su esposo y de sus hijos?
Llegué a la casa y le conté a mis hijos, porque mi esposo estaba viajando. Mis hijos me abrazaron, me dijeron que no preocupara, que todo iba a salir bien, que yo era muy fuerte, que estaban seguros de que el cáncer tenía cura, me han dado todo el apoyo. Para mi marido fue un impacto impresionante, pero dejó botado el trabajo en la oficina, para acompañarme a la clínica, pasó la noche conmigo y es el que más pendiente está de todo, del médico, de las medicinas, de mi bienestar. Y mis amigos ni hablar, no te imaginas lo importantes que han sido.
¿Esto cambió su percepción del cáncer?
Esto me llevó a ver la vulnerabilidad que todos tenemos. Yo nunca fumé en mi vida, yo hago deportes, me acuesto temprano, no consumo grasas, no como carnes rojas, me he considerado muy saludable, pensaba que tenía dominado y controlado mi cuerpo. Y con este diagnóstico pude ver como todos somos vulnerables a ciertas enfermedades. Y eso te da rabia. Como psicóloga me la pasé días seguidos tratando de entender por qué tenía cáncer, porque nosotros los psicólogos queremos encontrar una respuesta para todo, y no la encontraba. Entonces pensé “me toca tratarme, aceptar y seguir”. Siempre pensé que el amor era lo menos garantizado en el mundo, pero me he dado cuenta de que el amor al cuerpo es lo menos garantizado, no sabemos en qué momento las cosas se van.
¿Ha afectado su vanidad femenina?
Todos me bromean porque antes de ir a la cirugía me hago uñas, me peino, vivo preocupada por la hinchazón del rostro. Al principio le pregunté al oncólogo: “¿Hay que hacer una mastectomía radical, quitarme los senos?”. Pero él dijo que no, que podían hacer cuadriceptomía. Las cicatrices no me molestan, yo tengo una cicatriz en la axila, una en el pezón, pero ¡caramba! Es mejor tener cicatrices en el cuerpo, que no tener salud. Tener cáncer no afecta para nada la expresión de mi sexualidad, de mi vanidad, de la forma como me expreso.
¿Cuáles han sido sus estrategias para asumir esta lucha?
Yo no sabía qué hacer si compartir o no mi dolor con las demás personas. Pero preferí compartir, contar en ‘Día a Día’. Pensé, ¡caramba! Somos personas de carne y hueso, nos dan dolores, enfermedades. Pensé que al contar iba a ayudar a otros, pero me han ayudado a mí. Los mensajes, los abrazos, el cariño que he recibido de personas en la calle, me han dado un aliento especial. Solo tengo agradecimiento por este país, gracias por ese cariño. Te despiertas de la anestesia, de una cirugía de esas, y ves esos mensajes y te hacen sentir fortalecida. Sentí una energía tan buena que pensé, “vale la pena”.
¿Qué le espera tras la fase quirúrgica?
Tampoco la cosa se acabó, me esperan 20 sesiones de radioterapia y un par de años de terapia hormonal. Debo tomar un medicamento por cinco años. Lo único es hablar, la palabra tiene un poder grande de cura en las personas.
¡Fuerza Flavia!
Este contenido ha sido publicado originalmente en Vanguardia.com.
No hay comentarios:
Publicar un comentario